Introducción a Rubén
Darío (1867-1916). Modernismo.
En primera instancia, cabe introducir el
autor del texto a analizar ya que su obra es metonimia o ejemplo del movimiento
al que perteneció, es decir, del Modernismo.
Definir el Modernismo de manera sencilla puede realizarse
expresando que el mismo fue un movimiento literario y cultural, surgido en la
segunda mitad del siglo XIX en Hispanoamérica; o bien podemos remitirnos al
concepto de la Real Academia Española:
“ Movimiento artístico que en Hispanoamérica y en España,
entre finales del siglo XIX y principios del XX se caracterizó por su voluntad
de independencia creadora y la configuración de un mundo refinado que en la
literatura se concreta en innovaciones lingüísticas, especialmente rítmicas, y en una sensibilidad abierta a diversas
culturas , particularmente a las exóticas.”
Sin embargo, si bien este último concepto nos aporta
variadas características importantes, múltiples inconvenientes han tenido los críticos y los propios
modernistas para definir tal período, encontrándose conceptos que difieren
tanto en la fecha de inicio del movimiento, así como también en sus máximas
características, representantes y repercusiones.
El modernismo tiene varios aspectos distintivos y la
confluencia no sólo de una renovación literaria, sino también de aspectos
filosóficos, sociales y culturales de la época, influencias externas de
corrientes como el parnasianismo, simbolismo, expresionismo e impresionismo,
que en una intricada red dan luz a expresiones representativas.
Para entender el Modernismo y por ende
el objetivo de Rubén Darío en el texto a analizar, debe enmarcárselo aún más,
no sólo en el movimiento del cual forma parte crucial, sino además caracterizar
la situación del contexto hispanoamericano, enunciando con ello diferentes
ámbitos, como lo son el político, económico y social.
Si nos remontamos
hacia siglos anteriores, el antecedente que debían romper los escritores es su
historia y tradición como colonia invirtiendo el signo que marcaba sus obras: dependiente,
monopolizada y subdesarrollada, ya que en los siglos XV, XVI, XVII y XVIII se
expandió el dominio europeo imponiendo mediante la fuerza su cultura y
destituyendo la existente.
Tal proceso tiene
diversos momentos de penetración, primero en los países que rodean el Caribe
(donde surgen: Martí, Casal, Silva y Darío, entre otros) y luego en los países
del sur.
Por ello, teniendo
como antecedente una historia colonial, Hispanoamérica, sus intelectuales,
deben luchar por su autonomía y por romper con la impronta de la tradición
dominante pero sin quedar aislados de los cambios acontecidos ni de las nuevas
exigencias de los tiempos modernos ya que no se pueden negar las confluencias y
torbellinos de la sociedad a raíz de lo anteriormente expuesto y la necesidad
de quedar inmersos en un plano mundial.
Teniendo en cuenta la
inestabilidad que caracteriza todos los ámbitos en dicho momento histórico, se
trastocan los valores y códigos sociales
que sustentaban (entre otras cosas) el
rol o función de la literatura.
Por ello, la meta u objeto del escritor será la búsqueda de su autonomización,
limitando así su ámbito de profesionalización, los límites de su autoridad, y
su nueva posición social. El rol anterior del escritor estaba ligado a
funciones sociales, políticas y estatales, reflejaba lo social y era expresión
de la misma aclarando las diferentes proyecciones de esta.
Su accionar será
desligarse de la representación puramente social para poder mediante su
producción, trazar como ya se expresó, su autonomización literaria y la
redefinición de sí mismo, es decir, del poeta y su lugar en tal contexto.
La poesía hispánica
quiere trazar una línea que los distancie de la península madre para de esa
manera instaurar los cimientos de la futura poesía propia del continente. Este
objetivo se funda en que la literatura no cumplía una función propia a la
naturaleza, sino una función social.
La postura adoptada
por los críticos se ve manifiesta en los prólogos finiseculares donde se
evidencias sus armas de lucha cual “guerrero solitario” en busca de la
privatización literaria.
Para lograr la
autonomía poética de la América
española, necesitaban en síntesis, una libertad lingüística donde se
reelaboraría la lengua poética heredada y se lograría una independencia de contenido
y forma, teniendo así una función
específica apartada de la representación estrictamente social o de otros
ámbitos, siendo su primordial función ser poeta.
El rasgo clave que
tenían los mismos era la subjetivación, ascendida a valor único, realizando una
fractura entre el hombre y el mundo donde se propulsaban la exacerbación del yo
y una economía liberal.
Conjuntamente
presentaban dos fundamentales líneas de acción: originalidad y novedad.
Tales líneas eliminaban cualquier doctrina del pasado impuesto, sacando
a relucir lo surgido en el interior exacerbado del poeta.
Sin embargo, el autor
a analizar se separa de tal concepto adoptando al subjetivismo como principio
creador que lo aparta y aísla de cualquier imitación.
De los principios
enumerados, la clave primera del sistema es “sé tú mismo” en cuanto a las
formas literarias y la elaboración personal, utilizando diferentes fórmulas que
las normas retóricas anteriores, como por ejemplo la intensificación de los
verbos y la poetización de la prosa.
Surge así la
concepción de “lo nuevo” como principio creador, donde mediante una
subjetivación violenta el poeta hace suyas todas las leyes y novedades del
mercado que se impusieron en Hispanoamérica.
El “guerrero
solitario” (metáfora clave) redefine y ubica a la literatura ante las demás
instituciones y prácticas discursivas que le quitaron su lugar y autoridad
(estas son la iglesia y el Estado), realizando por ende, una redefinición de su
propio lugar.
Esto no quiere avalar una postura de evasión, los
escritores siguieron comprometidos con lo político-social pero posicionados
desde otro lugar, brindando críticas y respuestas a la crisis modernista y sus
inquietudes.
Es importante señalar
que América Latina no tenía las mismas herramientas y posibilidades que Europa
ya que era muy desigual y carecía de bases institucionales que le garanticen
una autonomía literaria.
Esta intenta
autonomizarse pero debe arrastrar la imposibilidad de condiciones, emprendiendo
un proceso desigual de modernización donde en el plano literario, uno de los
rasgos distintivos era la heterogeneidad de producciones.