martes, 1 de octubre de 2013

Modernismo


Introducción a Rubén Darío (1867-1916). Modernismo.
                                                            
En primera instancia, cabe introducir el autor del texto a analizar ya que su obra es metonimia o ejemplo del movimiento al que perteneció, es decir, del Modernismo.
Definir el Modernismo de manera sencilla puede realizarse expresando que el mismo fue un movimiento literario y cultural, surgido en la segunda mitad del siglo XIX en Hispanoamérica; o bien podemos remitirnos al concepto de la Real Academia Española:
“ Movimiento artístico que en Hispanoamérica y en España, entre finales del siglo XIX y principios del XX se caracterizó por su voluntad de independencia creadora y la configuración de un mundo refinado que en la literatura se concreta en innovaciones lingüísticas, especialmente rítmicas, y  en una sensibilidad abierta a diversas culturas , particularmente a las exóticas.”[1]
Sin embargo, si bien este último concepto nos aporta variadas características importantes, múltiples inconvenientes  han tenido los críticos y los propios modernistas para definir tal período, encontrándose conceptos que difieren tanto en la fecha de inicio del movimiento, así como también en sus máximas características, representantes y repercusiones.
El modernismo tiene varios aspectos distintivos y la confluencia no sólo de una renovación literaria, sino también de aspectos filosóficos, sociales y culturales de la época, influencias externas de corrientes como el parnasianismo, simbolismo, expresionismo e impresionismo, que en una intricada red dan luz a expresiones representativas.
Para entender el Modernismo y por ende el objetivo de Rubén Darío en el texto a analizar, debe enmarcárselo aún más, no sólo en el movimiento del cual forma parte crucial, sino además caracterizar la situación del contexto hispanoamericano, enunciando con ello diferentes ámbitos, como lo son el político, económico y social.
Si nos remontamos hacia siglos anteriores, el antecedente que debían romper los escritores es su historia y tradición como colonia invirtiendo el signo que marcaba sus obras: dependiente, monopolizada y subdesarrollada, ya que en los siglos XV, XVI, XVII y XVIII se expandió el dominio europeo imponiendo mediante la fuerza su cultura y destituyendo  la existente.
Tal proceso tiene diversos momentos de penetración, primero en los países que rodean el Caribe (donde surgen: Martí, Casal, Silva y Darío, entre otros) y luego en los países del sur.
Por ello, teniendo como antecedente una historia colonial, Hispanoamérica, sus intelectuales, deben luchar por su autonomía y por romper con la impronta de la tradición dominante pero sin quedar aislados de los cambios acontecidos ni de las nuevas exigencias de los tiempos modernos ya que no se pueden negar las confluencias y torbellinos de la sociedad a raíz de lo anteriormente expuesto y la necesidad de quedar inmersos en un plano mundial.
Teniendo en cuenta la inestabilidad que caracteriza todos los ámbitos en dicho momento histórico, se trastocan los valores  y códigos sociales que sustentaban (entre otras cosas)  el rol o función de la literatura.
Por ello, la meta u objeto del escritor será la búsqueda de su autonomización, limitando así su ámbito de profesionalización, los límites de su autoridad, y su nueva posición social. El rol anterior del escritor estaba ligado a funciones sociales, políticas y estatales, reflejaba lo social y era expresión de la misma aclarando las diferentes proyecciones de esta.
Su accionar será desligarse de la representación puramente social para poder mediante su producción, trazar como ya se expresó, su autonomización literaria y la redefinición de sí mismo, es decir, del poeta y su lugar en tal contexto.
La poesía hispánica quiere trazar una línea que los distancie de la península madre para de esa manera instaurar los cimientos de la futura poesía propia del continente. Este objetivo se funda en que la literatura no cumplía una función propia a la naturaleza, sino una función social.
La postura adoptada por los críticos se ve manifiesta en los prólogos finiseculares donde se evidencias sus armas de lucha cual “guerrero solitario” en busca de la privatización literaria.
Para lograr la autonomía  poética de la América española, necesitaban en síntesis, una libertad lingüística donde se reelaboraría la lengua poética heredada y se lograría una independencia de contenido y  forma, teniendo así una función específica apartada de la representación estrictamente social o de otros ámbitos, siendo su primordial función ser poeta.
El rasgo clave que tenían los mismos era la subjetivación, ascendida a valor único, realizando una fractura entre el hombre y el mundo donde se propulsaban la exacerbación del yo y una economía liberal.
Conjuntamente presentaban dos fundamentales líneas de acción: originalidad y novedad.  Tales líneas eliminaban cualquier doctrina del pasado impuesto, sacando a relucir lo surgido en el interior exacerbado del poeta.
Sin embargo, el autor a analizar se separa de tal concepto adoptando al subjetivismo como principio creador que lo aparta y aísla de cualquier imitación.
De los principios enumerados, la clave primera del sistema es “sé tú mismo” en cuanto a las formas literarias y la elaboración personal, utilizando diferentes fórmulas que las normas retóricas anteriores, como por ejemplo la intensificación de los verbos y la poetización de la prosa.
Surge así la concepción de “lo nuevo” como principio creador, donde mediante una subjetivación violenta el poeta hace suyas todas las leyes y novedades del mercado que se impusieron en Hispanoamérica.
El “guerrero solitario” (metáfora clave) redefine y ubica a la literatura ante las demás instituciones y prácticas discursivas que le quitaron su lugar y autoridad (estas son la iglesia y el Estado), realizando por ende, una redefinición de su propio lugar.
Esto no quiere avalar una postura de evasión, los escritores siguieron comprometidos con lo político-social pero posicionados desde otro lugar, brindando críticas y respuestas a la crisis modernista y sus inquietudes.
Es importante señalar que América Latina no tenía las mismas herramientas y posibilidades que Europa ya que era muy desigual y carecía de bases institucionales que le garanticen una autonomía literaria.
Esta intenta autonomizarse pero debe arrastrar la imposibilidad de condiciones, emprendiendo un proceso desigual de modernización donde en el plano literario, uno de los rasgos distintivos era la heterogeneidad de producciones.




[1] RAE, Diccionario de la Lengua Española, Buenos Aires, Ed Espasa Calpe, 2006.

2 comentarios:

  1. estas extensiones de palabras y palabras las leo y releo y alguna cosa me queda pero tambien es razonable con lo que te gusta explayarte y hacernos escribir me doy cuenta que amas lo que haces,,,,jajaja

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  2. jaja, sí, sin duda que está desarrollado, igual cualquier aspecto que no se entienda, lo vemos en clase. Y sí, amo mi vocación, es motor de todos los días, agradezco tu comentario que siempre impulsa a más!

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